lunes, 8 de febrero de 2010

La manzana de oro, una decisión diferente Jeannette Escalera Bourillon



















Cuenta la leyenda que Eris, la diosa de la discordia, no fue invitada a la boda de Peleo, uno de los héroes griegos, con Tetis, la diosa del mar. Eris se sintió indignada por ese hecho y decidió vengarse, llegó a la ceremonia y arrojó sobre una mesa una bella manzana de oro con una inscripción que decía: “Para la mejor y más hermosa de las damas presentes”.

Todas las convidadas comenzaron a disputarse el fruto, quedando como finalistas Hera, esposa de Zeus, reina de los dioses, protectora de los matrimonios y soberana del poder político. Atenea, hija de Zeus, poderosa guerrera, de gran sabiduría y destreza en las bellas artes, y, por último, Afrodita, la diosa del amor y la pasión que, nacida de la enrojecida espuma del mar, era considerada una de las más bellas del Olimpo.

Como en el certamen nadie se ponía de acuerdo a quien ofrecerle la manzana, Zeus decidió encomendar la misión a un joven llamado Paris, hijo del rey de Troya, que había vivido en el bosque separado de todas las pasiones humanas.

Las tres diosas, precedidas por el dios Hermes, que actuaría como mensajero, bajaron del Olimpo para entrevistarse con el hermoso príncipe, cada una pretendió convencer al improvisado juez de que la eligiera a ella.

La diosa Hera le garantizó el poder de la política y el título de Emperador de Asia. Atenea, diosa de la inteligencia, el conocimiento y la guerra, le ofreció la sabiduría y la posibilidad de vencer las batallas que enfrentase; Afrodita le prometió el amor de la mujer más bella del mundo, que era Helena.

El muchacho se decidió, finalmente, por la propuesta que le había hecho Afrodita y le dio la manzana de oro a esta diosa, sin saber que Helena estaba ya casada con el rey de Creta, Menelao. Esta inconsciente resolución hubo de traer graves consecuencias para su pueblo, pues, es sabido por todos que fue ésta la causa principal, o más bien el pretexto, que desató la tan conocida guerra de Troya.

A partir de este hecho, Agamenón, hermano de Menelao, obtuvo las tan buscadas razones para invadir Troya, ciudad que deseaba conquistar desde hacia mucho tiempo atrás, pues tenía un enorme interés en su orfebrería, sus célebres tesoros compuestos de valiosos objetos de metales y piedras preciosas, y sus grandes colecciones de puñales, armas, armaduras, artefactos e instrumentos de innumerable valor para combatir con éxito a los adversarios, además de codiciados utensilios y ornamentos para sus complejas vestiduras, y numerosas vajillas de oro y plata entre otras muchas riquezas.

Con este hecho comienza a generarse una de las más destacadas epopeyas del mundo occidental, y a revestirse de variadas interpretaciones el mito griego que junto con otras leyendas se fue constituyendo para dar explicación a las quimeras y supersticiones, de las que nuestra cultura es heredera.

Esta pequeña epopeya nos muestra de que manera el ser humano es constructor de su propio destino de acuerdo alas decisiones que se toman a lo largo del camino y de igual forma como nuestras decisiones pueden afectar a terceros, siendo egoístas al tomar dichas decisiones.

Pensar antes de actuar


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